lunes, 26 de abril de 2010

Le iba la vida en ello

Por fin entraba en el metro, había sido un día intenso, pronto llegaría a casa. Me senté en uno de los bancos del andén que estaba situado entre los dos vías de la parada de Sagrera.
Dejé descansar la vista contemplando la variedad multicolor de las personas que me acompañaba en ese momento. Eso me tranquilizó.
De repente pasó un metro sin servicio por la vía opuesta a la que yo esperaba y algo cambió mi paz. Un chico magrebí había perdido todos sus papeles en la vía. Todos esparcidos, debía ser algo importante porque llevaban sellos oficiales o eso creí ver desde donde yo me encontraba.
El chico no dejaba de mirar los papeles sembrados por la vía. Miraba los papeles y la cuenta atrás que anunciaba la llegada del metro.
Me empecé a intranquilizar y me levanté del banco situándome cerca del chico. De pronto saltó a la vía. Como por un resorte todos los que estábamos en el anden nos situamos al lado de la vía. Como en un mecanismo de simbiosis mirábamos la cuenta atrás y la torpeza del chico tratando de recolectar sus papeles.
Faltaban menos de un minuto y aun había papeles sembrados por la vía.
Alguien avisó del tiempo. El chico miró hacia arriba con aire de impotencia. Otro alguien saltó del anden a la vía para ayudarlo.
Treinta segundos anunció el reloj. La luz del tren alumbraba desde el túnel. Veinticinco segundos...la llegada era inminente.
Varias manos se tendieron hacia la vía, en un salto los dos estaban en el andén.
Un gracias casi ahogado emergió de la boca del muchacho.
El tren se detuvo puntual en la estación de Sagrera y entramos todos en el mismo vagón.
Nos dispersamos a continuación por el tren como si nada hubiese ocurrido.

1 comentario:

Lin dijo...

Gracias por compartir esta bella historia y recordarnos que aún existe la solidaridad. Parece casi un milagro. Ojalá todos fuéramos capaces de actuar así. Felicidades a todos los que acudísteis en su ayuda, ese día hicísteis al mundo un poquito mejor.