jueves, 6 de mayo de 2010

Siempre nos quedara París

Hacía exactamente tres horas que había llegado a París.
El vuelo fue tranquilo igual que el trayecto al hotel, una vez allí decidió sin más preámbulos lanzarse a las calles de la ciudad de la luz.
Era un día sereno, el sol asomaba con timidez su nariz, parecía que en el día anterior alguna nube le había gastado la broma pesada de pasarse por alli dejando el suelo algo mojado.
Caminó con los ojos bien abiertos para no perderse nada y derrepente descubrió una flecha majestuosa apuntando al cielo, levantó la cabeza para contemplarla en su totalidad.
- Preciosa, ¿quién pudo imaginar algo asi? - dijo en voz alta.
- Eiffel, Alexandre Gustave Eiffel, en 1889 para más señas.
Se giró sorprendida y sin palabras y encontró los ojos más verdes y el pelo más rizado y revuelto que había visto nunca.
- Gerard, Gerard Fournier - contestó el propietario de los ojos verdes estrechándole la mano - siento haberte sorprendido, no he podido evitarlo - se excusó divertido.
- Si quieres puedo volver a sorprenderte sobre las seis de la tarde en Mont Mâtre, ahora me he de ir a trabajar - ella no contestó, pero le dedicó una bonita sonrisa.
- Bueno lo tomaré como un sí, que disfrutes tu día en Paris bella desconocida.
Y diciendo esto desapareció entre la gente.

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