viernes, 18 de febrero de 2011

He perdido el rumbo, el mundo y me hundo
en un abismo de matices grises y negros.
En su ciega profundidad intento buscar
la luz escarchada de tus ojos.
Vana pretensión que dibuja un deseo transparente,
de hallar aquello que no supe en su dia velar.

Se me escurrió el amor de las manos,
como la arena que se escapa del reloj:
lenta e irremediablemente.
Se confundio con las arenas del mar,
¿quién sabe si la próxima marea
lo traerá?

miércoles, 16 de febrero de 2011

Ayer

Con la nostalgia se vuela lejos,
en la distancia se recrea
el primer vuelo
que partió de aquel lugar,

del lugar que echas de menos.
Las soledades son grises
y carecen de matices.
Respiran aire pesado,
ligero y almizclado.

Rompe este sentimiento

antes que pierda el aliento.
Dame un respiro en la vida,
que me caiga lluvia encima,
que me empape todo el ayer
que se disuelva toda hiel.
Quiero volver a querer.
Retiro

Como el silencioso invierno,

caminito pa el infierno.
Revolución por bandera,
nunca nada en la nevera.
Su mísero hogar, el mundo,
se sentía vagabundo.
Alguien sesgó su camino,
quizás cosa del destino.
Sin testigos, ni ventanas,
con el alma acurrucada,
finiquitó así su retiro.
Dinero

Hueles a vino y a rosas,
a borrachera y espinas.
Contagias a quien por ti espera.
Sabes a amarga sal,
a claro de luna roto,
a amor creo que muy poco.
Como el amarillo sol brillas,
como el negro carbón tiznas.
Del mundo eres el rey,
aunque no seas más
que un pedazo de papel.

martes, 1 de febrero de 2011

Removía distraída con la mano la arena.
Hundía los dedos en ella y los volvía desenterrar dejando que la arenilla resbalara entre ellos.
Miró el reloj, miró la luna, no tardaría mucho en llegar.
Se tumbó boca arriba apoyando la cabeza en la mochila.
Siguió jugando con la arena sin pensar en nada más.
Sonreía.
Él llegó puntual, como lo había hecho todos los días de esa semana.
Quizás ese sería el último o el primero de una historia por comenzar.
Se tumbó a su lado y besó su mejilla, pillándola por sorpresa.
Ella se dio la vuelta y hundió su cara en el pecho de él.
Él acarició su espalda lentamente, ella se acercó más.
La perfumada luz de la luna contemplaba la escena.
Se sentaron uno enfrente del otro, muy cerca.
Ella levantó su mano y la deslizó por su nariz, por su boca, por su cuello.
Llegó hasta los botones de su camisa, los desabrochó uno a uno.
Él la imitó sin decir nada.
Las dos camisas fueron a parar a la arena y a estás le siguieron el resto de la ropa.
El besó sus labios y cogiéndole de la mano, se levantaron y caminaron hacia la orilla del mar.
La luna fue el testigo del resto de esa noche.