lunes, 19 de abril de 2010

Alicia y el Palacio de las Peladillas

Al terminar el mate Alicia lo colocó de nuevo en la mochila, estiró un poco la lana del ovillo y se deslizó entre el colchón de mullidas hojas de te.
El inicio del descenso fue suave y agradable, pero luego empezó a coger velocidad y a girar sobre si mismo a modo de espiral.
Alicia pensó en su vestido, en su pelo revuelto y en la lana azul que llevaba atada a su cintura. Se agarró bien su mochila y cerró los ojos.
Al rato todo se detuvo, incluso parecía que se habia detenido el tiempo.
Alicia abrió los ojos y descubrió sorprendida un hermoso palacio hecho de peladillas. Peladillas de todos los colores azules, verdes, amarillos, naranjas, violetas... eso si, todos de un tono dulce, claro eran peladillas.
Alargó la mano con disimulo y cogió una peladilla, la más apetitosa, derrepente el palacio empezó a desmoronarse con estrépito indescriptible.
Alicia suspiró, se colocó bien el vestido, sacó un espejo y se recogió el pelo en una especie de moño improvisado.
Se sentó en el suelo y empezó a degustar la única peladilla que había salvado del desastre.
Miró a su izquierda, a su derecha y por último en frente. Allí, detrás de la informe montaña de peladillas se extendía un curioso camino marcado exclusivamente por la silueta de cientos de huellas palmeadas.
- Construiré otra vez el palacio, nadie se dará cuenta, luego seguiré buscande al pato de la corbata naranja- pensó.

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