viernes, 3 de septiembre de 2010

Camino

Desde
el autobus veía pasar árboles, fábricas, árboles, fábricas, una estación, más árboles, más fábricas, otra estación.

Todo a una velocidad tranquila.
Lo único que parecía imperturbable era el sol, colgado en la esquina de la ventanilla derecha del tren.
Agradeció la compañía del cálido astro, recostó la cabeza en el asiento y entornó los ojos.
Todavía quedaba trayecto.

No hay comentarios: