Condena
Sucumbe a tu interrogante,
arrogante falacia de triunfos amargos.
Delirios de grandeza prestados
por tu hermana la imaginación
y tu pariente literario el cuento.
A tu paso suenan sordas las campanas
y se torna gélida la canícula de agosto.
Eres artimaña y enredo,
cortina de liviana niebla.
Ya sabes, no llegarás nunca a vieja,
por mucho que dobles la guardia,
ya que no hay peor condena en la vida
que haber nacido falsa.
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